La Caleta, pégale un bocado a Cádiz

Tenemosqueir a La Caleta
A La Caleta Tenemosqueir
TIPO DE COMIDA: cocina gaditana
PRECIO: 15-25 €/persona
DIRECCIÓN: C/ Tres Peces 21 y C/Santa Isabel 38
TELÉFONO: 645 388 077
HORARIO: de martes a domingo.

Cuando mi amigo Ale, gaditano de pura cepa a pesar de su timidez, su pelo rubio y sus ojos claros, me habló de La Caleta no lo dudé. En aquel pequeño rincón de la calle Tres Peces me iba a encontrar un cachito del sabor de su queridísima tierra a la que estoy deseando ir desde hace algún tiempo. Si no, ¿de qué me iba a invitar un gaditano a probar algo típico de Cádiz en la capital?

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Escondida en el corazón de Lavapiés, ese foco incombustible de sorpresas y razas que tantas alegrías gastronómicas me da últimamente, está La Caleta. Sí, hay que callejear pero la encontramos fácilmente  a escasos metros de la parada de metro Antón Martín, antes de llegar al mercado y bajo la promesa de encontrar un tesoro: una auténtica tortillita de camarones.

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Las tortillitas de camarones son algo muy serio para un gaditano. No vale cualquier cosa (y mucho menos esas plastas que igual te las venden como tortillita de camarones como de bacalao, así de insípido e indescifrable es su sabor) y, aunque parezca extraño, es complicado encontrarlas realmente buenas en la propia costa gaditana.

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Así que sólo por eso, porque respetan los cánones más complicados y la tradición más innegociable, esta tabernita es una digna sucursal de la cocina de Cádiz en Madrid. No sólo por el plato más complicado de la gastronomía ‘gadita’ (gentilicio para autóctonos puros), sino por el cazón en adobo (bienmesabe, en su acepción originaria, es decir, isleña de San Fernando), las ortiguillas, los quesos payoyos y las variedades del atún rojo de almadraba que se exhiben en las pizarras. Las frituras, como nota original, se sirven en papelones de ¼ de kilo (cucuruchos de papel de estraza) y son la estrella del lugar. Todo, regado con un buen fino, una  manzanilla de Jerez, o cualquier copa de un vino de Arcos de la Frontera.

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Prácticamente, toda la carta se prepara de forma que no se encuentran grandes diferencias con cualquier establecimiento digno a orillas del Estrecho. El local es más bien pequeño, como también corresponde a cualquier embajada gaditana que se precie, ya que no hay bares grandes ni nada especialmente grande en el casco urbano más antiguo de Occidente. Así que conviene reservar o pasarse pronto (o tarde) si se quiere conseguir una mesa o un hueco en la igualmente minúscula barra atestada de parroquianos.

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La esencia gaditana va del plato al ambiente y de este vuelve al plato cuando se mezclan sabor, un hilo musical de Camarón y la decoración de memoria flamenca, esa de infinito folclore entre las paredes. ¿El único pero? Que cuando se sale uno se ha olvidado de que fuera le esperan las callejas estrechas de Lavapiés y no las del barrio de la Viña que se abren a la verdadera Caleta, allá donde el Atlántico deja cada tarde la mejor puesta de sol del mundo. O eso te defenderá un gaditano fetén.

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(En el año 2010, el suplemento de ocio Metrópoli distinguía a “La Caleta” como mejor bar de tapas de Madrid).

Enamorada ya de los buenos fritos, y con algo más de tiempo,  vuelvo a La Caleta, pero esta vez para visitar el local que sus dueños tienen en la calle  Santa Isabel. El nuevo comedor es algo más amplio e imita el estilo de un patio andaluz, encalado en blanco de mesas de madera en colores y macetas de geranios capitaneadas por el trino de un canario (de verdad).

El servicio es bastante correcto y el tapeo es el mismo: de nuevo la fritura, el bacalao y los auténticos sabores. Aunque si me preguntáis, yo recomiendo el de la Calle Tres Peces, por lo menos para probar su ‘autenticidad’ por primera vez.  Porque como dice mi amigo Ale, para darle un mordisco a Cádiz

a La Caleta tenemosqueir.

Y después, que volver.

Local Tres Peces

Local Santa Isabel

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